Estás en medio de una crisis, llen@ de dudas y no encuentras apoyo en los demás o no sientes que te puedan entender.
La familia muchas veces presenta patrones en sus relaciones de las cuales no es fácil salir de ellos, por lo cual, aparecen constantes boicot y críticas a pesar de que tus intenciones sean “positivas”.
Eres quien quiere sanar y estás consciente de que algo anda mal, pero te conviertes en la “oveja negra” que atenta con quebrar el sistema familiar actual, buscando diferenciarte del clan para estar mejor.
Nos volvemos observadores, nos apartamos y nos sentimos cada vez más solos. Generamos y acumulamos frustración, resentimiento y mucho dolor. Esperamos que en algún momento algo “mágico” ocurra o que alguien más logre un nivel de sensatez para acompañarnos en este doloroso camino. Sin embargo, generalmente eso no ocurre.
Sanar siempre implica observar nuestras heridas, explorando las emociones que emergen y encubren en cierta forma el origen de este malestar.
Hay ocasiones, en las que cuando logramos verlas, suelen ser problemas mínimos que se transformaron en una inmensa bola de nieve. Existen otras, en las que hemos sufrido un impacto tan grande que hasta lo hemos olvidado, reprimiendo recuerdos en algún lugar de nuestra mente, pero que aparecen cada cierto tiempo para recordarnos que siguen ahí.
El camino de la sanación es personal. Puede ser largo o corto, de eso dependen muchos factores, por ejemplo: cómo nos sentimos, cómo nos encontramos, con qué recursos contamos, cuál es nuestra intención u objetivo, y nuestro nivel de compromiso con nosotros mismos.
Aunque siempre se vive en solitario, te puedo asegurar que es expansivo… Con tu intención de querer liberarte, amarte, aceptarte, también logras que tu entorno participe de él, aún cuando al principio se generen resistencias.
Comenzar con este “efecto dominó” es un regalo que te estás dando. Sanándote a ti, sanarás tu árbol, sin juicios y sin re-sentimiento.
Este es el mayor acto de amor que puedes darte hoy.
@soypauponce
